«Ahorita…»

Para los que no viven en México «Ahorita…» es lo que decimos cuando solemos procastinar, dejar las cosas para mañana, se ha vuelto la frase maestra para evadir u olvidarnos de hacer algo importante.

ahorita

Si tú eres de esas personas que dejan todo para mañana o para el último momento, esto te va interesar. Solemos procastinar por 4 grandes razones:

  1. Las ideas y los detalles nos abruman: las personas que aplazan suele ser porque dan muchas vueltas en su cabeza a cómo hacerlo, nuevas ideas surgen y se distraen por ellas, se enfocan demasiado en los detalles que suelen no ser tan importantes y esto hace que les cueste trabajo concentrarse en terminar una sola cosa. Cuando se atoran en una de las tareas intentan hacer otra y luego otra, y luego otra; al poco tiempo se pierden en todas las tareas que están haciendo, todas inconclusas.
  2. Incapaz de priorizar adecuadamente: En lugar de ordenar las tareas por fecha de entrega las personas que aplazan tienden a escoger las tareas por lo que más les gusta o lo que más les interesa, algo que es más simple o que disfrutan.
  3. Decisiones de última hora: el sobre pensar decisiones suele dejarnos paralizados, pensar en lugar de actuar. Los procastinadores suelen dejar las decisiones y tareas para último minuto haciéndose creer que trabajan mejor bajo presión.
  4. Distracciones: Las personas que dejan todo para mañana suelen comenzar una tarea y después dejarla pues se distraen con otra idea o algo que surge inesperadamente (la hora de la comida, un plan con las amigas, etc.)

Parece demasiado con lo que tenemos que lidiar, pero no se preocupen también les tengo algunas ideas para terminar con el «Ahorita…» y empezar «Ahora».

Pon todo en un solo lugar.

Haz una lista de todo lo que tienes que hacer, todo en una sola hoja o en un solo cuaderno, al principio no te preocupes por el orden solo vacía las actividades y tareas que tienes que realizar a corto, mediano y largo plazo.

Después ordena tu lista de acuerdo a la fecha de entrega y la importancia, puedes marcar cada tarea de la lista con diferente color o una etiqueta que diga: «urgente», «terminarlo antes del viernes», «no puede esperar para mañana», «lo haré cuando tenga un tiempo libre» etc.

Si haces de esta lista tu herramienta de trabajo más importante la cual revisas todos los días sentirás que tus «que haceres» disminuyen.

Haz tus tareas pequeñas

El haber completado una tarea es el mejor motivador para completar una nueva tarea, para lograr esta motivación rompe tus tareas en tareas más pequeñas por ejemplo si tienes que organizar un viaje divídelo en:

  • definir fechas
  • comparar boletos de avión
  • definir Hotel
  • apartar Hotel
  • apartar auto-renta

Aplica un poco de presión

Si crees que trabajas mejor bajo presión, crea esa presión tu mismo sin esperar a 2 minutos antes de la fecha de entrega. Puedes hacerte consecuencias si no realizas la tarea en el tiempo que te pusiste, como no ir a comer con tus amigas u olvídate del partido de fútbol. Esta estrategia solo funciona si realmente te comprometes a llevar a cabo esas consecuencias así que puedes buscar un amigo o un compañero de trabajo que te ayude a ejercer presión.

Crea un lugar para tus ideas.

Cuando estas haciendo una tarea suele pasar que se te ocurren otras muchas ideas, algunas de ellas buenas idea que no puedes dejar pasar, así que ten una libreta para apuntarlas en ese momento, grábalas en tu celular o utiliza una app como Evernote, lo importante es que registres la idea para no olvidarla pero regreses inmediatamente a lo que estabas haciendo; después podrás revisar tus ideas con más tiempo.

Espero que este artículo te haya ayudado a identificar si eres un procastinador de ligas mayores y poder llevar algunas estrategias a la práctica para dejar de serlo.

A veces no importa cómo lo hagas a veces solo importa que ¡lo hagas!

Fuente: unstuckcommunity.tumblr.com

Dalai Lama vs Victor Frankl

Esta semana terminé de leer The Art of Happiness in a Troubled World, realmente disfruté haciendo consciente las cosas que pueden ayudarme a mi a ser más feliz, pero sobre todo me llené de ideas para ayudar al mundo o por lo menos a mi sociedad a encontrar un camino hacia la felicidad no como individuos sino como comunidad. Les he escrito ya sobre muchas de las ideas del Dalai Lama acerca de la felicidad y la sociedad pero el libro se reserva para el final lo más interesante, el tema de la compasión.

Sé que este tema puede ser un poco trillado, lo primero que el Dalai Lama nos sugiere a la cultura occidental es que dejemos de ver la compasión como algo cursi o sentimentalista, él sugiere ver la compasión como una emoción necesaria para mejorar nuestra salud, tanto mental como física; y después la ciencia nos sugiere exactamente lo mismo, existen investigaciones en donde se muestra que la compasión ¡incluso nos ayuda a bajar de peso! ¡increíble pero cierto!

Lo primero que me hizo reflexionar este tema es que solemos ver la compasión como algo altruista, como un ayudar al prójimo sin recibir nada a cambio, es más si recibimos algo a cambio nos sentimos culpables o que en realidad eso no es compasión sino todo lo contrario. El Dalai Lama nos dice, no tiene nada de malo recibir algo a cambio cuando estamos siendo compasivos, es parte de la naturaleza de la emoción y es por ello que debemos hacerlo, no sólo por ayudar a la otra persona, debemos tener compasión porque es bueno para nosotros. Según varias investigaciones la compasión es la emoción más positiva, es decir, es la emoción que más beneficios le da a nuestra salud tanto física como mental además de que funciona como antídoto ante todas las emociones desagradables. Para llevarla a la práctica no es necesario volverse voluntario en un orfanato o quitarnos el pan de la boca para dárselo a alguien; compasión simplemente es querer que pare el sufrimiento de una o varias personas, quererlo desde el fondo del alma que eso que hace sufrir a la persona desaparezca. Por ejemplo, si vemos un niño pidiendo dinero en la calla (como hay a montones en México) querer con todas nuestras fuerzas que ese niño no tenga que sufrir esa situación, desear que el mundo cambiase para que ningún niño tuviera que pedir dinero en las calles y pudieran estar jugando en la seguridad de sus casas.

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Claro, lo ideal sería después tomar acción para que ese sufrimiento de verdad desapareciera, y para eso necesitamos de otra emoción positiva: la esperanza. Con la esperanza podemos tomar acción creyendo que las injusticias y sufrimientos del mundo algún día desaparecerán, que vale la pena luchar para ello aunque nuestros ojos no alcancen a verlo…

Se preguntarán a todo esto ¿qué tiene que ver Víctor Frankl? Después de terminar el libro del Dalai Lama decidí leer «El Hombre en busca de sentido» que nunca había leído (realmente no sé por qué). Con el tema de la compasión en mi mente y mi corazón, comencé a deborar las palabras desgarradoras del sufrimiento de los campos de concentración, que por más que haya leído y visto acerca del tema jamás dejará de sorprenderme y entristecerme. ¡Claro que sentí compasión por cada una de las historias contadas por Víctor Frankl! pero comencé a preguntarme porque los protagonistas de esta historia no la sintieron. Me entristecí al pensar en la falta de compasión que puede haber en nuestras vidas, no sólo en los campos de concentración sino en la vida diaria; cuando miramos al mendigo con desprecio, al mesero como si no existiera, cuando juzgamos y atacamos a un compañero de trabajo o ¡hasta a un amigo! ¿Cuantas veces al día dejamos de ver como ser humano al de al lado en el metro o cruzando la calle?

La compasión es ver en el otro un igual, un ser humano que sufre igual que yo y que busca, igual que yo, encontrar la felicidad o parar el sufrimiento, cada ser humano, sin excepción.

Después de Víctor Frankl la utopía de la compasión del Dalai Lama sonaría lejana e imposible, pensé de nuevo en la esperanza y la fe en que el ser humano es bueno por naturaleza (más nos vale creerlo). Pero al continuar leyendo, Víctor Frankl me sorprende diciéndome que el sufrimiento tiene sentido, no por sí mismo, pero que es nuestra obligación encontrarle un sentido al sufrimiento, y a nuestra vida en general, este tema lo dejaré para algún otro momento.

15 minutos

diarioEn el post pasado hablábamos del miedo como generador de violencia. El miedo genera violencia porque nos hace sentir inseguros, en peligro, por lo tanto respondemos defendiéndonos (no en todos los casos pero la mayoría) por eso un país que se siente amenazado reaccionar con actos violentos.

El sentir miedo obviamente nos genera estrés, sobre todo cuando no hay nada que podamos hacer con respecto a ese miedo. Ya decíamos que en la actualidad no todos los miedos y amenazas son reales, algunos son producto de nuestra imaginación, solemos como se dice aquí en México «ponerle crema a los tacos» es decir, exagerar. Cuando vivimos estresados porque nos corran de nuestro trabajo, usualmente este no es un miedo real sino fantaseado, lo sacamos a conclusión de nuestra percepción, cuando el jefe nos habla de mala manera o cuando cometemos una equivocación, solemos sentirnos amenazados cuando en realidad no habría de qué preocuparse.

Sin embargo, hay ocasiones donde este miedo es real; por ejemplo el nivel de violencia que estamos viviendo en México debido a la lucha contra el narcotráfico, existen ciudades y sobre todo poblaciones donde el miedo se ha vuelto parte de la vida diaria, en otros países el terrorismo o la guerra. ¿Qué hacer en esos casos en donde el miedo es real?

El Dalai Lama propone que la mejor solución no es ser indiferente al problema o hacer como si nada estuviera sucediendo, la mejor solución en estos casos es acercarse a alguien a hablar del problema; y no sólo él lo dice sino que varias investigaciones han comprobado que una persona disminuye el temor y el estrés generado por una situación, contándoselo a otra persona. Aquí es donde podemos ver la eficacia de los grupos de apoyo, los sacerdotes y los terapeutas. Tal vez esto no sea el descubrimiento del hilo negro, pero cuando tenemos un problema que no puede ser solucionado, no por nosotros al menos, ¿qué podemos hacer? al menos compartir nuestras preocupaciones y temores con alguien que pueda comprendernos.

Ahora, mucha gente no encuentra con quién hablar de estos problemas o les resulta difícil acercarse a alguien; las investigaciones arrojan que el simple hecho de escribir durante 15 minutos lo que pensamos y sentimos de el problema, de un evento adverso o de un evento traumático reduce el estrés de forma considerable. Lo que me recordó el caso del diario de Anna Frank y me puso a pensar en la importancia de llevar un diario, sobre todo para las personas que viven situaciones difíciles como una guerra, un terremoto, tsunami, etc. o en el caso de mi país inseguridad y violencia.

Ustedes qué opinan ¿contar con alguien para hablar de nuestros problemas o llevar un diario será esencial para la felicidad?